Instalación sonora

Corredor Bioacústico

Luis López

Año: 2019
Lugar: Bombas Gens. Centre d’Art (Valencia, España).
Materiales: damajuanas, botellas, ventiladores, motores, hierro, red electrica, cemento.
Tamaño: 40m x 20m

Veinte altavoces autoamplificados construidos a partir de damajuanas modificadas + cuatro esculturas sonoras. 

Corredor bioacústico es una instalación sonora multifoco diseñada para el jardín de la Fundació Per Amor a l’Art que se presenta como territorio de conexión entre diversos paisajes vitales. La obra se compone de altavoces construidos a partir de damajuanas modificadas. Estos altavoces están ubicados a lo largo del jardín, dibujando una red sonidos que se entrelazan. El artista aborda la naturaleza del propio paisaje haciendo uso de lo audible y lo inaudible. Obtiene datos de la planta para componer también con lo que no se escucha, produciéndose un biofeedback que relaciona de manera directa la instalación con el jardín. Los sonidos son, en su mayoría, grabaciones de campo de espacios naturales, así como electrónica de audio digital e instrumentos musicales tradicionales. El viaje propuesto por el artista parte desde una conciencia espacio-temporal y corporal, con la finalidad de habilitar un lugar de reflexión y comunicación, de conectar con el origen, la naturaleza y la vida, de escuchas múltiples empáticas, de transitar la afectividad del lugar.

Deconstrucción de Masacre: Ven y Mira

Luis López

Año: 2019
Lugar: Fundació La Posta (Valencia, España).
Materiales: damajuanas, baterias, altavoces, piezoeléctricos, gusanos, ramas, saxofón tenor, clarinete.
Tamaño: 6m x 6m.

Acción compuesta para cuatro altavoces autoamplificados móviles, construidos a partir de damajuanas modificadas + dos altavoces autoamplificados fijos a modo de Room Tones + improvisación musical fundamentada en la experiencia cinematográfica.

La deconstrucción de la película «Masacre: Ven y mira» de Elem Klimov es una propuesta que deviene en acción y que se configura como punto de convergencia entre cine, arte sonoro y movimiento. La pieza se puede estructurar en dos partes bien diferenciadas que se complementan y confieren a la acción un sentido narrativo único. Por un lado, una instalación multifoco conducida mediante el posicionamiento de sonidos-objetos en el espacio, configura una experiencia surround que envuelve y hace partícipe de la escena al público. Por otro lado, una performance presentada como unión entre el sonido y el cuerpo, en la que el músico adopta formas orgánicas para generar, junto con sonidos extremos improvisados, una atmósfera etérea y flotante que invita a la escucha profunda y al análisis individual, y que pone de manifiesto la parte humana más animal.

La secuenciación y elección de los sonidos son el resultado de la deconstrucción, manipulación y descomposición de la banda sonora en agrupaciones de sonidos-objetos que comparten una misma función semiótica. También, son el resultado del estudio narrativo y técnico del sonido para conseguir una combinación efectiva de los mismos. Por último, algunos de los sonidos utilizados en la banda sonora son creados, diseñados y amplificados en directo. De esta forma, re-contextualizo y construyo una nueva secuencia que aúna electrónica, improvisación con instrumentos musicales de viento (saxofón tenor y clarinete) no amplificados y objetos amplificados, y que en conjunto definen las diferentes atmósferas y paisajes sonoros.

En la acción experimento sobre la relación del sonido con el espacio y cómo el espacio con todas sus manifestaciones se ve modificado por lo sonoro. El sonido es tratado como puente entre dos realidades, la realidad interna, física, corporal, individual, más relacionada con las emociones, con lo permeable y la escucha, cuya relación espacio-tiempo es posible tan solo en el instante manifiesto; y la otra realidad, la de la película, externa, más relacionada con su reproducción en el tiempo, con el comportamiento y la colectividad.

El cuerpo adquiere un papel importante, es el motor de la acción y el mecanismo que permite, a través del movimiento, exteriorizar acciones de ambas realidades. La representada en la película, con los engaños y embrujos propios del lenguaje cinematográfico. Y la presentada por el músico como devenir de la experiencia cinematográfica y lo que acontece. La imagen produce un efecto transformador en la experiencia vital, modifica el cuerpo y la
realidad interna e individual.

Los movimientos corporales son una consecuencia tanto de lo sonoro como de las propias acciones representadas en la película. El viaje entre ambos códigos y la búsqueda en lo otro configuran un lenguaje único y diferente, a medio camino entre la música y la danza. El músico redefine su instrumento como una extensión del cuerpo.

Para transmitir al espectador una experiencia más real y visceral de la película se trabaja con la liberación del cuerpo. Transito las mismas emociones que han estado experimentando los personajes en la escena y oriento la acción a través de estas emociones, presentadas como verdad intangible del momento presente. Esta especie de catarsis me permite soltar toda la carga emocional acumulada durante el proceso de deconstrucción de la película y análisis de los personajes.

La acción se articula como un conjunto de elementos estudiados desde el lenguaje cinematográfico y manifestados en un espacio-tiempo como resultado de experimentar sobre la relación de opuestos dentro- fuera. ¿Qué hay dentro y fuera de la película? ¿Cómo sacar la película de la pantalla? ¿Puede el espacio modificar la película? ¿Y la película modificar el espacio? ¿La banda sonora es solo lo de dentro? ¿Qué ocurre mientras escucho la película?

Dibujos realizados por Carlos Maiques: